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LENGUAJE EN PENAL DE DEVOTO
La idea fue de un detenido, estudiante de sociología. Es una mezcla de lunfardo con palabras deformadas.
La idea nació de una paliza. La víctima: un preso joven, estudiante de sociología, alojado en el Penal de Devoto a mediados de los años 90. Sin ninguna experiencia carcelaria, no entendió su misión cuando un grupo de compañeros le pidió que diera la iza porque iban a pasar cocaína a otro pabellón y necesitaban que él vigilara por si aparecía algún guardiacárcel.El chico no se animó a preguntar qué era la iza (mirar y alertar) y pagó muy caro su desconocimiento cuando sus compañeros fueron descubiertos. Por su iniciativa, y por el miedo de volver a equivocarse, nació el diccionario carcelario del Centro Universitario de Devoto (CUD): un compendio de 800 palabras y expresiones que todo preso aprende para vivir y sobrevivir dentro del penal.El joven estudiante de sociología había llegado al CUD tratando de terminar el CBC mientras se resolvía su causa por tenencia de drogas. Allí comenzó a preguntar tímidamente por palabras que escuchaba en los pabellones y luego, a las pocas semanas de llegar al Centro, les sugirió a sus improvisados intérpretes que confeccionaran un catálogo de expresiones para ayudar a otros detenidos.Al poco tiempo el chico fue absuelto y quedó libre, pero para entonces un grupo de siete estudiantes de Sociología y Derecho del CUD -más antiguos y experimentados que él, todos pidieron anonimato- empezó a elaborar en su base de datos el diccionario, al que tuvo acceso Clarín.Mezcla de lunfardo, palabras invertidas, reinventadas o deformadas, este manual es un espejo no sólo del lenguaje carcelario, sino también de la vida del preso. Cómo se alimenta, la manera en que se relaciona con su familia, los guardias, la Policía, los jueces. Sus formas de delinquir y, entre los detalles más destacados, los códigos internos de jerarquías entre los propios detenidos.En la cárcel hay pingüinos (giles, personas de poco respeto);apadrinados (jóvenes protegidos por los presos más respetados); tumberos (quienes llevan muchos años presos, en la tumba); primarios (presos por primera vez); cachivaches (internos sin conducta que se meten en líos); Kolinos (locos) y Claveles (los más molestos).Detrás de las rejas, los más importantes son los delincuentes, y se identifica así sólo a los detenidos con mayor peso dentro de un pabellón, en general ladrones con fama de pesados, con antecedentes de asaltos importantes.Llamados también porongas o gratas la forma respetuosa de dirigirse a ellos debe empezar con la frase oiga, diga. Las fórmulas para entablar un diálogo son precisas. Pare y disculpe, por ejemplo, es la introducción clásica para pedir algún favor.Las autoridades penitenciarias tampoco son todas iguales. Bomberos o bartuleros son los enfermeros que se encargan de dar los sedantes. Llaveros, los que abren y cierran las puertas. Cascudos o tortugas fueron bautizados los guardias que hacen la requisa a los que también se los llama cobanis. Estrelludos son los de mayor rango, los ofiche (oficiales) y ñami, los penitenciarios de menor jerarquía, generalmente los que están en las pasarelas del penal.En la cárcel casi todo tiene un nombre en código. Como lo descubrió también el abogado Leonardo Filippini cuando comenzó a trabajar en la Procuración Penitenciaria, donde estuvo tres años.Al principio cuando hablaba con los presos me decían cosas que no entendía. Me tiré a buzones, me comentó uno. Después me enteré que, como tenía problemas en su pabellón, había hecho algo para que lo castigaran y lo mandaran a una celda de aislamiento, recordó.Desde la Procuración, Filippini tuvo contacto con detenidos de cárceles de todo el país. Y lo más notable es que usan las mismas palabras. No importa cuán lejos esté un preso de la Capital, usa las mismas palabras que se escuchan en Devoto y Caseros. Seguramente es por los traslados que sufren los detenidos, especuló.Una de esas palabras es prefá, que quiere decir que el detenido está en la fase de preconfianza para pedir la libertad condicional.Todo idioma tiene una lengua marginal. Se ha dicho siempre que para ser entendida sólo por los que la usan, como un código secreto. Algo de eso hay en la cárcel, pero yo creo que, sobre todo, es un tema de identidad, explicó José Gobello, presidente de la Academia Porteña del Lunfardo.En el caso del lunfardo -explicó Gobello-, una de sus ramas viene directamente del hampa y los usos delictivos. De allí surgieron punga, bufoso, escruche, deschavar, palabras de principios de siglo que todavía se usan en el lenguaje penitenciario.Encerrados, con un lenguaje propio, los presos, sin embargo, no olvidan lo que pasa fuera de la cárcel. Como queda claro al leer en este diccionario la definición de ratones: Igual que en la vida en libertad, cuando pensás en Valeria Mazza.
LA FUENTE DE ESTE ARTICULO ES DE EL DIARIO EL CLARIN (2005)
2 comentarios:
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la fuente s de un articulo de el diario clarin
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